Las moiras, tres
mujeres, una teje el hilo de la vida, otra marca la medida de la misma y otra la
corta. Las tres determinan el destino. Hijas de la noche y la necesidad.
¿Que han
vaticinado a cada uno/a? ¿De qué calidad el hilo, cómo su grosor, cuál será su
resistencia ante los nudos y pesos? ¿Cuánto durará, será demasiado corta o
larga esta vida? ¿qué nudos, que enredos estarán marcados? ¿cuándo las tijeras
de la más temida cortará este hilo de este entramado que somos?
Hace dos o tres
días me encontré con una amiga, querida amiga cuyo hilo lleva más de 20 años
tejido con amistad tranquila y cariñosa. Me despido después de unas horas y
abordo el transporte público… antes de llegar a la siguiente estación, de
espaldas al chofer siento el impulso que me lleva hacia delante. Todo pasa tan
lento, tan rápido y al mismo tiempo lento, muy lento… trato de sostenerme, alguien me
detiene, un tubo pega mi espalda, alguien cae, todxs nos sacudimos y nadie
grita porque nos ha tomado por sorpresa.
Se detiene el
convoy… y nos recuperamos… asustadxs… nos ayudamos entre todxs, nos revisamos,
preguntamos ¿estamos todos bien?... El señor grande que ha caído al lado mío
con el rostro asustado reclama, viene con su hija y bajan enseguida. Veo sus
ojos mezcla de susto y enojo.
Recuerdo algunas
escenas de películas donde el accidente sucede en cámara lenta… curioso que la
percepción funcione así. Afortunadamente no hemos chocado contra nada ni ha habido alguna
lesión de cuidado.
Avanza el
transporte y se detiene a la siguiente estación. El chofer baja a revisar la
unidad y seguimos asustadxs. Entonces veo hasta adelante una cabeza blanca y
dos o tres personas rodeándola. Alcanzo a ver un pañuelo con sangre. El chofer
pide al policía que llame al seguro y a la ambulancia. Las personas abren paso
y toman de la mano a quien se ha herido. Es un señor perfectamente vestido, con
su bastón, camina despacio como caracolito y se deja conducir. Lo sientan en
una banca de la estación y el chofer sigue su camino.
En un impulso me
bajo y lo acompaño. De las mujeres que lo atienden en la estación ninguna iba
en el vagón donde fue el percance. La verdad es que no lo pensé… sólo lo hice porque lo sentí y deje de lado pensar que iba a perder tiempo, que tenía que estar en otro lado... sólo sentí lo que me gustaría hiciera alguien por la Ofe, mi madre si se encuentra en esa situación, lo que esperaría hicieran por mi si estuviera así de viejita y atolondrada por el golpe.
Me siento y le
hablo con cuidado. Está confundido, viendo su mano herida y tiene otro golpe en
la cabeza. Le pregunto cómo se llama, no sabe decirlo. Llega el policía y entre
otra señora y yo lo interrogamos. Se desespera. Probamos a acompañarlo y
preguntarle de otras formas. ¿está bien Don?...
Después de hablar con cuidado y haciendo las mismas preguntas de
distintas formas es que saca papelitos donde está un teléfono. Su dirección y
comienza a platicar poco a poco.
-Tengo hambre, no
he comido en más de 12 horas. Iba al restaurante…
Me dice su nombre
Dn José Luis Martinez… me dice que no hay nadie en casa hasta el lunes. Llamo
al teléfono que sostiene confundido. Efectivamente nadie contesta, llamo al
nombre de la Sra que le cuida, no está.. .es el teléfono de su hermano y dice
que le avisará.
Me preocupa que
se lo lleven al hospital sin saber quien puede ir por él. ¿Y si tiene un/a
hijx? ¿Y si al notar su ausencia comienzan a buscarlo sin saber que le ha
pasado? Le pregunto por sus familiares y algo ansioso dice
-No tengo a
NADIE, soy el último Martínez de mi familia. No queda nadie más…
Le pregunto al
policía si tardará los paramédicos… ya ha pasado 30-40 minutos y no saben. Dos policías
de la estación son amables pero no saben qué hacer más que anotar en su libreta
la información que hemos ido obteniendo del Sr. José. Tienen que esperar y
pienso que es mejor que coma ya que no parecen graves sus heridas (comienzan a
coagular bien) además se pone nervioso y dice firme que no quiere ambulancias
ni líos de seguros… se asusta. Les doy a los polis mi número teléfonico y
ofrezco ir con el Sr mientras nos avisan. Una señora ofrece guayabas.
Durante todo este
tiempo las personas usuarias del transporte van y vienen por sus actividades
pero algunas se detienen y ofrecen alternativas.
Lo acompaño
aunque está confundido y no sabe decir que restaurante salvo el nombre de la
cadena y que hay un teatro (de Silvia Pinal dice) me cuenta que a veces se pasa
y vamos viendo… es justo donde ocurrio el percance. Teatro Insurgentes y
bajando. De su casa al restaurante usa dos estaciones… regresamos.
Lo acompaño y me
da ternura su caminar tan lento, pasito frágil todo él. Tiene 98 años.
-¿Puedo invitarla
a comer?
Le digo que sí
para acompañarle, que tomaré un café con él. Llegamos y la mesera le reconoce.
Me cuenta que va casi todos los días a comer. Platicamos un poco y le cuento lo
que ha sucedido. Le trae su sopa.
Es el más pequeño
de siete hermanos… que nació en MonteMorelos Nuevo León y me cuenta de su mamá
y su hermana mayor, Pura y de Tomino y de Lorenzo, no recuerda los otros tres. Me
cuenta de su esposa que murió décadas atrás… me dice tranquilo, sin ningún tono
de dráma
-Me ha tocado
estar siempre solo.
Me pregunta que
hago, le digo que pinto, me pregunta qué pintorxs son mis favoritxs, conoce
algunos, cuando menciono a Orozco me cuenta de cuando iba a Guadalajara y
visitaba el Hospicio Cabañas. Se anima y seguimos platicamos…
Me hablan los
polis de la estación y les digo que estamos justo frente a donde ocurrió todo.
Llegan con los del seguro y solicitan atenderlo fuera del establecimiento. Les
apelo a que sigue comiendo, que procuremos no molestarlo más de lo que ha
pasado debido a su edad. En el establecimiento les dicen que no hay
problema si le atienden ahí mismo.
Por primera vez
encuentro que todas las personas que hemos tratado entienden que podemos ser
más pacientes y buscar alternativas para no molestar de más a Dn José. En una
ciudad monstruo como esta donde vivimos es de mucho agradecer.
Hacen los
trámites bajo la mirada atenta de Dn José, no les pierde de vista y coopera
siempre y cuando no lo lleven a una ambulancia y le dejen comer.
Ya que le
explicamos cómo usar el seguro si se siente mal los siguientes días. Sigue
comiendo. Se van los del seguro y los polis. Me quedo un rato más platicando
con él.
Me da ternura
verlo y escucharle. Me da un sentimiento encontrado escucharle decir igual con
la calma de sus años:
-a mi edad sólo
espero ya morir. El único miedo que tengo es ya no poder caminar, no poder
decidir sobre mi.
Su problema, me
parece no es la falta de dinero ni seguridad de un techo. Pero nada de eso es determinante
si se queda solo como está, sin familia, sin amigos porque a su edad ya han
muerto todxs los cercanxs.
Me pregunto si
las Moiras cuando deciden que el hilo sea largo, mucho más largo no es una
forma de crueldad. No se…
Le dejo ahí ya
que se han comunicado instituciones de apoyo a personas de su edad y sabiendo
que está bien, ya tranquilo y en el lugar a donde se dirigía antes de
conocernos. Nos despedimos. Les aviso a las meseras que le conocen y me dicen
que estarán atentas. Le digo que pago mi café y con la misma firmeza y
caballerosidad dice:
-De ningún modo!
Me habría gustado que comiera. Yo pago y cuídese.
Le dejo ahí y
horas y días más tarde me hacen saber que está bien porque las instituciones le
han dado seguimiento. Les agradezco que la resonancia de las redes, en esta
ocasión ayuden a que una persona sola no se encuentre tan sola y vulnerable en
la ciudad. Agradezco mucho a la iniciativa ciudadana “Alerta Plateada” y a la
Secretaría de Salud, al Instituto de Asistencia e Integración Social y a sus
titulares (Héctor Maldonado y Armando Ahued) que se comunicaron con el Sr José Luis
con los datos que les pasé, a los policías de la estación Churubusco que
estuvieron al pendiente. También a todas
las personas anónimas que se preocuparon y estuvieron en distintos momentos. A
la señora que nos ofreció guayabas, a la que dio su agua que acababa de
comprar, a quienes le ayudaron cuando el golpe, a las meseras del Vips de
Teatro Insurgentes que le atienden con paciencia, a los del seguro del metrobus
que buscaron molestarlo lo menos posible con el papeleo.
Seguido me ando
quejando en redes de lo jodido que es vivir en una ciudad tan grande, de la
despersonalización e individualismo que vamos normalizando y que nos pone por encima de cualquier otra persona nomás porque sólo lo nuestro importa o sacar beneficio. De las autoridades
que no pelan. Pero esta vez agradezco que nos juntamos todos para ayudar a una
persona que, podrá estar sola, pero puede no estarlo si todxs podemos hacer un
poquito por apoyarle. No se… creo que ese percance me dio para pensar más en lo
que venimos tramando amigxs queridxs de cuidados colectivos… de hacer comunidad
entre todxs sin esperar sacar provecho personal. El todo es parte de una misma…
Escribo esto
cuando hace unas horas me toco a mi misma un percance donde me hice un chichón
y sangré de la cabeza un poquito más que Dn José… nada grave afortunadamente
pero sobre todo agradezco que me ayudaran.
Siento que todo
lo sucedido me da para pensar en su significado, en los mensajes de las Moiras
en estos sucesos fortuitos. En que frente a los problemas y temores mundiales
nos queda actuar en lo que está a nuestro alrededor, en ver, ver de verdad a
las personas que están a unos pasos y si éstas personas son desconocidas, si
son lo más diferentes a nosotrxs mucho mejor… pero me duele un poco la cabeza ahora.
Esta es la
historia que les debía del Sr. José Luis.
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